ana Rodríguez hertz
"La matemática debería dar placer; en eso estamos fallando"
Doctora en matemáticas y la única mujer
grado 5 de la materia en el país, aboga por cambios necesarios en el
modelo educativo, a puro carisma y sentido común.
GABRIELA VAZdom abr 26 2015
"Sos matemática, verdad? Yo te sigo en
Twitter", le dice el fotógrafo a su modelo de ocasión mientras dispara
el obturador de la cámara. Jana Rodríguez Hertz no evita el gesto de
sorpresa y enseguida se ríe. Tiene más de cinco mil seguidores en la red
del pajarito, se ha vuelto una voz autorizada en temas relativos a
educación y es a menudo consultada en radio, televisión y prensa,
notoriedad poco usual en Uruguay para un profesional de, para muchos, la
más dura de las ciencias duras y la más básica de las ciencias básicas.
Sin embargo, a sentido común y carisma, ha trascendido el mundo
abstracto de los números para intentar poner sobre el tapete
preocupaciones que navegan entre lo científico y lo social, logrando
llegar a un público no académico.
Jana —en rigor, Alejandra, aunque solo su mamá la llama así en medio de algún reto; hace ya mucho tiempo que hasta firma sus papers
con su sobrenombre— es doctora en matemáticas y la única mujer del país
que como docente escaló al grado 5 en esta materia. Su área de
investigación son los "sistemas dinámicos parcialmente hiperbólicos"; el
mismo microuniverso al que se dedicaba el padre de Sergey Brin, uno de
los fundadores de Google. "¡Estuvimos a punto de producir juntos!",
exclama entre risas, cuando la charla versa sobre cómo el auge de las
tecnologías de la información revalorizó el lugar de los científicos.
Hoy Silicon Valley es la meca de algunas de las mentes más brillantes
del planeta y la palabra nerd dejó de ser peyorativa. "Antes
éramos los nabos del curso pero ahora somos más capitos, los nuevos
millonarios, lideramos los rankings de la revista Forbes", dice Jana, y ríe de nuevo.
No era así en su infancia. Ella, que nació hace 45 años
en la ciudad argentina de Rosario, creció como la más grande de cinco
hermanos en una casa amigable con los números: su padre era contador y
su madre, estadística, aunque no ejerció. Tal es así que, aunque no
recuerda que les hayan inculcado especialmente el gusto por la materia,
todos terminaron en profesiones que tienen algún contacto entre sí: dos
doctores en matemática, un economista, un informático y una arquitecta.
Apenas tenía 15 cuando supo que su mundo sería el de la lógica, el
cálculo y lo abstracto. "Pero tenía el problema de cómo me iba a ganar
la vida", reconoce, recordando aquel escenario. En los 80 no había
referentes en las ciencias duras que tuvieran la popularidad de los de
hoy, entonces el "quiero ser como" era más difícil de implementar. Jana
le resta importancia. "Tener referentes ayuda. Pero Steve Jobs no tenía
un Steve Jobs. Bill Gates no tenía un Bill Gates. Y lo que se viene no
va a tener role models, porque es totalmente novedoso. Lo que se va a
hacer dentro de 20 años hoy no existe. Y está bueno que criemos una
generación que no necesite un poster de alguien para imitar".
Dispuesta a obtener su doctorado en sistemas dinámicos,
posibilidad que no estaba abierta en Argentina, a los 24 años decidió
cruzar el charco. "Había hecho un curso de verano en Rio de Janeiro,
pero era muy salvaje en esa época. Creo que si me hubiese ido a vivir
sola a Brasil, Estados Unidos o Europa no habría sobrevivido —se ríe—.
Uruguay estaba cerca, era un país conservador así que mi capacidad de
locura estaba acotada, y tenía una buena escuela de sistemas dinámicos".
La más temida.
La matemática aplicada es a la matemática pura lo que
la artesanía al arte; "son copados los dos pero no tienen nada que
ver", define Jana, quien se apasiona cuando habla de su compañera
diaria, esa misma que para muchos es una tortura y ella recalca que
debería ser un motivo de disfrute. "Cualquiera disfruta de (el ballet) Giselle,
pero para disfrutar de un teorema precisás años de formación. Eso es
que algo estamos haciendo mal, porque hay teoremas que son obras de
arte. Los mirás y decís: Pah, qué maestro este tipo, mirá lo que se
mandó, cómo conectó esto con esto otro".
—¿Por qué la matemática genera pánico en los chicos: está mal enseñada o es especialmente complicada?
—No es especialmente complicada… Requiere un nivel
de abstracción. Y se enseña mal porque muchos maestros y profesores
carecen de ese nivel de abstracción, y si no lo tienen no lo pueden
transmitir. Hay un matemático ruso que dice que a los chicos que les
cuesta más la matemática es porque hacen una matemática más difícil. La
persona que es hábil en esta materia hace caminos más cortos en su
cabeza. Saber transmitir es enseñar ese camino más corto, el problema es
que a veces el propio profesor no lo tiene claro.
—También está instalado ese prejuicio de "para qué me va a servir esto".
—Me genera un poco de bronca esa exigencia de que
tiene que servir. Cuando un chico hace fútbol, ¿se pregunta para qué
sirve? No, le gusta hacerlo simplemente. Quiere más porque le sale bien.
En general, alguien a quien le gusta lo que está haciendo no se
pregunta para qué le sirve. Igual, esa pregunta tiene infinitas
respuestas, empezando por que la matemática es estructuradora del
pensamiento: sirve para volar. Pero además debería causar placer, y en
eso estamos fallando.
Desde hace un tiempo —ella lo sitúa específicamente a fines de 2011, cuando abrió su cuenta de Twitter @janarhertz—,
Jana se empezó a involucrar en el tema educación desde una perspectiva
global. Preocupada por la escasez de presupuesto para la ciencia,
comenzó a investigar sobre el sistema educativo en Uruguay. Y lo hizo a
fondo. Se entrevistó con gente del Codicen, del Ministerio de Educación
y de Unesco; con políticos y miembros de los sindicatos docentes y
hasta con un técnico de Finlandia; leyó un montón de material, preguntó,
revisó investigaciones y sondeó qué cambios serían posibles. "Estuvo
bueno, la gente es más accesible de lo que parece: me escucharon,
dispusieron generosamente de su tiempo, algunos me dieron ideas. Creo
que hay posibilidad de hacer cosas", asegura.
Lo dice sin ingenuidad, con la conciencia de alguien
que se para frente a un salón de clase desde hace 21 años. Actualmente
profesora en Facultad de Ingeniería, cree que la formación de los
estudiantes que ingresan cada vez es peor y que muchas veces todo es
cuestión de actitud. "A nivel universitario, los problemas son
presupuestales. Si tenés 400 estudiantes en un salón, ni siendo Mandrake
vas a lograr gran cosa. ¡Yo pongo mi mejor onda y no sé cómo
distinguirlos! Es feo, perdés tu identidad como alumno, perdés
interacción, el profesor pasa a ser un choto que te está cagando, y no
te está cagando porque ni sabe quién sos. ¡No es personal!", se ríe.
"Pero al mismo tiempo, si nos pusieran una torta de plata, no hay
gente".
A nivel de Primaria y Secundaria, los problemas son
más estructurales. Jana incluso opina que la universalización de los
estudios liceales se dio sin las condiciones necesarias. "Un día se
decretó que Secundaria iba a ser universal, cuando en ese momento
abarcaba a una ínfima parte de la población. Es como que hoy digan que
todos tienen que tener un título universitario. Está bien, es una buena
intención, pero necesitás recursos para que eso se lleve a cabo:
infraestructura, docentes". Y el gran tema es que encima se trata de
problemas para establecer un sistema que va quedando obsoleto. "Estamos
en el siglo XXI y el mundo, Uruguay menos, no está preparado".
Ella está en contacto permanente con esa futuro en
gestación, tanto en clase como en su casa, donde convive con sus hijos
Matías y Andrés, de 13 y 16 años, su marido, a quien menciona
cariñosamente como "el Gallego", también matemático, y el hijo de éste,
Pablo, de 21. Y su visión es de esperanza. "Lo que me resulta muy copado
de la generación que viene es que, como casi todos los trabajos se van a
poder automatizar, lo que va a sobrevivir es lo que nos haga más
humanos, aquello que no se va a poder reemplazar: el criterio, la
empatía, la sensibilidad artística. Una máquina le puede ganar a
Kasparov, pero no podrá reemplazar el elemento sorpresa, lo que nos hace
humanos".
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